martes, 11 de agosto de 2009

SOBRE LA TOMA DEL CASO DR. TOMAS P. PASCHERO

DISERTACIÓN SOBRE LA TOMA DEL CASO HECHA POR

EL DR. DON TOMAS P. PASCHERO

EN LA ULTIMA SESIÓN DE LA VII ASAMBLEA DE HOMEOPATÍA

DE MEXICO DE AGOSTO DE 1976


{Trascripción de una grabación magnetofónica)

"La Homeopatía es la verdadera medicina porque es la única que permite conocer verdaderamente al hombre"…"Cuando Hahnemann descubre la psora constituye un momento verdaderamente trascendental para la especie humana"…"Ello entraña una gran responsabilidad para los discípulos de Hahnemann".

Hahnemann dice que el médico homeópata debe saber qué es lo que debe curar en cada caso en particular. Ello entraña un compromiso de vital im­portancia porque tiene como corolario, que tenemos que comprender la natura­leza humana, profundamente; saber qué es el hombre; lo que acude a nosotros reclamando una ayuda que le podamos prestar.

En el Organon, que ha sido el libro para la historia de la medicina, como único en el mundo porque responde a todas las inquietudes y vicisitudes y as­pectos de la medicina. En él, nos dice el maestro que el enfermo debe ser estu­diado en sus síntomas mentales, en sus síntomas generales, de la esfera sexual, sus deseos y aversiones, con todas las modalidades de todos estos síntomas en particular. Con esto quiere establecer que debemos tomar al enfermo como una totalidad y comprenderlo en una imagen total, no parcial; no "parcelarlo" como hace la medicina alopática en órganos o en sistemas porque el ser humano no es solamente un organismo, sino algo más; Hahnemann apela entonces a que com­prendamos lo que debemos curar en un enfermo, al conocimiento de lo que constituye un ser humano, como una persona y esto es de vital importancia, que comprendamos lo que es una persona humana. Para ello necesitamos desentra­ñar cuáles son las vicisitudes profundas que le permitieron establecer la enfer­medad, esto es, su patología por la que acude a la consulta y le llevan a tratar que el médico le ayude a realizarse en algo que él mismo ignora de cierta ma­nera y por lo que hasta cierto punto, no se da cuenta por lo que acude al mé­dico. Está enfermo no porque tiene una enfermedad, sino que tiene una enfer­medad porque está enfermo.

Empezaré por decir que esa visión de totalidad debe ser deducida a tra­vés del comportamiento, de la actitud total del enfermo, de la actitud vital que se transparenta a través de su conducta, desde su ego. La forma como se pre­senta, como hable, como diga las cosas y lo que quiere decir con su relato; es lo que como bien decía el Dr. Proceso, constituye la máscara con la que, como en las tragedias griegas, se reviste un ser humano para presentarse en la vida, para comunicarse con los demás. Ha creado esa máscara como una reacción caracterológica que le permite en cierta manera, evadirse de lo que en el fondo constituye su tragedia y que es fundamentalmente la psora; la psora que es ansiedad; en otras palabras, disposición del terreno para la enfermedad. Esa ansiedad psórica es precisamente la separación del todo y constituye una posición individualista que no permite al ser humano evolucionar correctamente hacia la adultez, que no le permite comprender que debe mantener una liga o religarse con el TODO o sea con el Ser Supremo, del que tiene su forma y su conciencia moral.

Comenzaremos por preguntarle cómo fue su infancia, cuál es su situación actual y cómo se produce en sus ocupaciones, en su profesión o en su vida común. El paciente no va a decirnos, por ejemplo, que es inestable, esto no tendría ningún valor; nosotros vamos a preguntar sobre su vida y trataremos de constatar que se reviste con una capa caracterológica presentándolo como lo que no es, y trataremos de indagar lo que es íntimamente, no por lo que pueda decirnos explícitamente, sino de los síntomas mentales que nos revela a través de su relato de cómo sufre familiarmente y en sus ocupaciones; cuáles fueron sus frustraciones en sus afectos, en sus amores, las vejaciones, mortificaciones, inhibiciones, sus corajes, desilusiones y todo aquello emocional y sentimientos que se han producido en su vida con relación a sus padres, hermanos, compañeros y prójimos en general; es decir, con el mundo. Puesto que el ser humano es en realidad o en esencia, lo que es en su relación con el todo, con lo demás y esto; lo que el homeópata tiene la obligación de conocer e indagar día tras día, hora tras hora, consulta tras consulta y paciente tras paciente.

Toda esta relación de su desarrollo la iremos anotando y posteriormente, indagaremos todo lo que puede expresarnos de su propio yo; de su humanización e integración en el mundo, de su proceso de realización como persona humana que consiste en superar evolutivamente el autismo infantil y contemplativo, egoísta, para transformarse en un ser adulto; consciente y responsable de su ser intimo y espiritual que lo capacita para regir sus impulsos vitales, afectivos y que lo hacen persona, pero ya en un sentido superior convirtiéndolo en un ser activo y que trasciende en el amor al prójimo, con lo que el ser humano expresa su realidad esencial; en su posición afectiva para con sus semejantes. Esto constituye su meta psicobiológica. Puedo decir a ustedes después de tantos años de estar ante el enfermo que si éste no ha trascendido su egoísmo infantil captativo y lo sostiene hasta la muerte o hasta los 60 años nunca dejó o ha dejado de ser chico y que si se casó fue para obtener cariño, y que si tuvo hijos fueron también un obstáculo para su propio desenvolvimiento personal porque los constituyó en sustitutos paternos y maternos; —por eso muchos le llaman mamá a la hija o papá al hijo— denotando que no han modificado su actitud mental afectiva, debe modificar sus impulsos vitales y afectivos hacia una apertura de integración con el mundo; si no logramos esto no

se cumple la verdadera ley de curación que es precisamente aquella que pugna, que trata de impulsar al ser humano a su auténtica expresión como persona humana, como ser espiritual consciente y responsable, que debe darse a sus semejantes y dar amor, trascender su vitalidad hacia todo y hacia Dios.

El impulso afectivo vital o voluntad de curación está en el proceso de ma­duración psicobiológica en sus tres manifestaciones: como instinto de nutrición y crecimiento; como instinto sexual y de reproducción; como instinto de auto-estimación que al establecer conflicto con su conciencia y con el ser supremo que reside en ella produce los síntomas o trastornos del estado de ánimo que debemos detectar en la actualidad: el celo, el temor, la angustia, la ansiedad, la irritabilidad, la rabia, la violencia, la impaciencia, la inquietud, la tristeza, la desesperación, el llanto, el deseo de consuelo, la euforia, la manía, la crisis histérica, la neurosis compulsiva u obsesiva, el escrúpulo, los síntomas todos que en el fondo constituyen la reacción defensiva frente a la ansiedad psórica. Es por lo tanto, que los síntomas mentales deben ser comprendidos como reacciones psicofisiológicas producidas en el curso del proceso de maduración o de adaptación cosmo-bio-social que implica la integración del hombre en el mundo y que re­petimos, no son los explícitos por el enfermo sino los que están detrás de su re­lato biográfico. Ese relato no se referirá solamente a la biopatografía sino so­bre todo a la definición de su sufrimiento anímico a través de la vida, consi­derando siempre que el espíritu es una parte constitutiva del ser humano, que tenemos delante, y que por ello debemos de estudiar en él su psique, su cuerpo y su espíritu. Si conocemos solamente el cuerpo, no vamos a ninguna parte y si obramos sólo sobre él, hacemos supresión con peligro de su psique, si obramos sólo sobre sus síntomas neuróticos, hacemos más graves supresiones como nos consta en la práctica diaria que hacemos los homeópatas cuando sólo se escoge un medicamento similar y no el similimum que involucre la totalidad del sujeto y entonces, repito, hacemos supresiones muy graves, por eso hay que acentuar esto y recordar nuestra responsabilidad ya que manejamos una medicina humanista por excelencia y que no debemos salirnos de la ruta hahnemanniana. De­bemos curar y tratar esa totalidad de cuerpo, psique y espíritu y debe curarse no desde su cuerpo ni desde la psique sino desde el espíritu; ahí está precisa­mente el centro de nuestra actuación. Trataremos pues de comprender cuál es el conflicto espiritual.

Al manejar el repertorio, encontramos entre muchos síntomas el de la an­siedad de conciencia. La ansiedad de conciencia es precisamente el conflicto en­tre los impulsos vitales que son ciegos y los valores frente al espíritu que da la idea y la imagen de los valores que debe perseguir el impulso vital y en esta consecución reside el problema de humanización que produce los conflictos neu­róticos de los que derivan todos los síntomas mentales que debemos comprender y hacer el diagnóstico en base a ello para permitir que el ser humano cumpla con los altos fines de su existencia como dijo Hahnemann y los altos fines de su existencia consisten precisamente en ese proceso de humanización que el enfermo tiene que conseguir.

La Homeopatía no es ciencia solamente, la Homeopatía es un arte por exelencia y tenemos que comprender perfectamente que el arte es la captación de las esencías y si nosotros no somos capaces de captar la esencia del ser humano no seremos verdaderos médicos; seremos sólo médicos científicos y organicistas toda la vida y tendremos repugnancia por la palabra espíritu que es lo que nos lleva a percibir la existencia del ser supremo en nosotros mismos, en nuestra propia conciencia.

El hombre en cuanto a su persona es el único que puede elevarse por encima de sí mismo como ser vivo y partiendo de su centro, situado, por así decirlo, más allá, fuera del mundo témporo espacial y por lo tanto fuera de sí mismo, Este centro, a partir del cual el ser humano objetiva el mundo, objetiva el cuerpo, y que objetiva su psiquis, no puede estar ni en el mundo ni en su cuerpo ni en psiquis; está fuera del mundo. El ser humano es un ser metafísico y por tanto, está regido por algo que está fuera del mundo en conexión con el Ser Supremo, pero que no tiene forma, que está fuera del tiempo y del espacio y que por lo tanto sólo puede residir en lo que es el fundamento supremo de todas las cosas, como de los seres vivos. El hombre por lo tanto es superior a sí mis­mo y mundo temporal.

No quiero que ustedes tomen esto sino como un incentivo para la reflexión, pues la reflexión es un compromiso en que nos ha puesto Hahnemann y que yo trato de suscitar en ustedes para que comprendan lo que tienen delante de un enfermo.

El Médico Homeópata debe formarse como ser humano; debe ser antes que médico, un hombre consciente de su persona; una persona que realiza en sí misma su ser esencial para comprender por empatia al enfermo, su semejante que tiene delante en virtud de ese lazo impalpable, profundo que lo une a ese enfermo. Así, comprenderá sus miedos y sus angustias. El médico no será sólo un computador de síntomas tomando al enfermo como un objeto; ¡de ninguna manera!, tiene que tomarlo como un sujeto porque antes el médico se comprendió también como sujeto. Así podrá saber de la autenticidad de la angustia o de la ansiedad, como de todos sus demás síntomas y modalidades. Aquí debo recordarles que la verdad no es posterior al conocimiento de la realidad. El conocimiento de la realidad no es posterior sino anterior a toda representación del mundo. En el acto médico, es necesaria la percepción de la vivencia primordial, la percepción sensible que nos permita comprender antes que toda especulación la esencia de esa fuerza; sentiremos que hay algo en ella que se ha fundido con nosotros y que nos ha puesto en contacto íntimo con ella y podemos comprenderla y comprender hasta qué punto por ese camino está bloqueado en su desarrollo espirtual que no le permite su curso adecuado en las tres ca­tegorías que hemos señalado. La de su nutrición y su crecimiento, la de su se­xualidad y relación con los demás y en su autoestimación y afán de poderío. Aquí debo aclarar que los impulsos no deben ser reprimidos como aconseja el psicoanálisis sino deben ser dirigidos; los impulsos tienen por así decirlo, velo­cidad, porque son de la energía vital

y aunque son ciegos a las ideas y a los valores, el sujeto debe tener conciencia para regirlos y dirigirlos y lograr que su energía vital los utilice para los altos fines de su existencia como postula perfectamente Hahnemann. Él nos dice otras cosas muy profundas que no es­tán escritas explícitamente, pero que sugieren todo lo que estoy diciendo y mu­cho más todavía, con lo que nos hace comprender que lo importante no es que el ser humano tenga enfermedades sino qué actitud asume frente a sus enfer­medades y esa actitud espiritual tenemos que reconocerla nosotros a través de su proceso de maduración y de humanización. Si no comprendemos esto, no com­prenderemos realmente cuál es nuestra misión.

El insistir sobre estos aspectos de nuestro proceder de homeópatas ha sido el motivo de esta charla ante ustedes.

lunes, 25 de mayo de 2009


MIASMAS

Cualquier teoría física es siempre provisional, en el sentido de que es solo una hipótesis: nunca se puede probar. A pesar de que los resultados de los experimentos concuerden muchas veces con la teoría, nunca podremos estar seguros de que la próxima vez el resultado no vaya a contradecirla. Sin embargo, se puede rechazar una teoría en cuanto se encuentre una única observación que contradiga sus predicciones. Como ha subrayado el filósofo de la ciencia Karl Popper, una buena teoría está caracterizada por el hecho de predecir un gran número de resultados que en principio pueden ser refutados o invalidados por la observación. Cada vez que se comprueba que un nuevo experimento está de acuerdo con las predicciones, la teoría sobrevive y nuestra confianza en ella aumenta. Pero si por el contrario se realiza alguna vez una nueva observación que contradiga la teoría, tendremos que abandonarla o modificarla. O al menos esto es lo que se supone que debe suceder, aunque uno siempre puede cuestionar la competencia de la persona que realizó la observación.

En la práctica lo que sucede es que se construye una nueva teoría que en realidad es una extensión de la teoría original. Por ejemplo, observaciones tremendamente precisas del planeta Mercurio revelan una pequeña diferencia entre su movimiento y las predicciones de la teoría de la gravedad de Newton. La teoría de la relatividad general de Einstein predecía un movimiento de Mercurio ligeramente distinto del de la teoría de Newton. El hecho de que las predicciones de Einstein se ajustaran a las observaciones, mientras que las de Newton no lo hacían, fue una de las confirmaciones cruciales de la nueva teoría. Sin embargo, seguimos usando la teoría de Newton para todos los propósitos prácticos ya que las diferencias entre sus predicciones y las de la relatividad general son muy pequeñas en las situaciones que normalmente nos incumben. (¡La teoría de Newton también posee la gran ventaja de ser mucho más simple y manejable que la Einstein!).

Stephen W. Hawking[1]

HISTORIA DEL TIEMPO

Del big bang a los agujeros negros


 

INTRODUCCIÓN

La introducción del concepto miasmático como fundamento o base para una enfermedad constituye un punto de inflexión no solo en la Homeopatía sino en la medicina en general.

A partir de la formulación de la teoría miasmática, comienza a considerarse necesario la escrutación desde lo subyacente a lo explícito, a fin de poder establecer un tratamiento racional de la enfermedad.

De algún modo, este pensamiento cerraba un círculo, si Hahnemann descubre la Homeopatía recordando a Hipócrates era necesario también, volver al vitalismo hipocrático a fin de curar de un modo rápido, suave y duradero.

Es así que, independientemente de lo planteado por Hahnemann acerca de la infección de los miasmas, infección dinámica pero infección al fin, la teoría miasmática comienza a ser el substratum de la totalidad de la enfermedad, siendo tomado el concepto aún por escuelas alejadas de la homeopatía, como son algunas escuelas de enfermedades psicosomáticas.

Considero que el análisis efectuado por el Dr. Goldberger en el Ateneo de la E.M.H.A. los días 24 de Septiembre y 1º de Octubre de 1992 (publicado con el título Más sobre Miasmas, Acta Homeopatica Argentinensia Nº 44 del año 1993) es un concienzudo estudio cronológico de la evolución del pensamiento miasmático, pero creo que en su intento de ser objetivo al máximo, termina haciendo un análisis casi palmo a palmo del terreno y finalmente se pierde, aunque sea en parte la visión del conjunto, de la totalidad.

No obstante, aconsejo efectuar una detallada lectura del mismo, ya que es un trabajo de inestimable valor por su contenido.

Como la idea es hablar de Paschero, quisiera hacer solo algunas necesarias reflexiones sobre Hahnemann primero, para luego adentrarnos en el estudio de los miasmas según Paschero.

HAHNEMANN

Es indudable que el concepto de miasma de Hahnemann está referido a una enfermedad contagiosa, como ya dije un contagio dinámico pero contagio al fin, es decir que consideraba, en general que la enfermedad venía de afuera.

Como dice Goldberger, no es suficiente la exclusiva mención a la herencia, que hace en el parágrafo 78 de la 6ª edición del Organon, para decir que creía ciertamente en la heredad del miasma; a lo sumo se trata sólo de una puerta abierta, de gran importancia pero no puede avanzarse más en este sentido.

Sin embargo, creo interesante leer otro trabajo de Hahnemann, El Espíritu de la Doctrina, publicado en 1813 (Traducción al francés del Dr. León Simon, París 1855- Traducción al español Dr. Josep Ma. Clapers y Lic. Gustavo Sapere- Acta Homeopatica Argentinensia Nº 15 año 1985). Después de la lectura de éste trabajo la Licenciada Gallego, colaboradora hace unos años de la Cátedra de Doctrina de 1ª año de la E.M.H.A., escribió un ensayo, que desgraciadamente no fue publicado, donde ella observaba un estrecho vínculo entre las palabras de Hahnemann y las de Maurice Merleau Ponty en su libro Fenomenología de la percepción, donde hace un análisis del hombre desde la estructura de niveles complejos. En este trabajo Hahnemann hace un enorme hincapié sobre el vitalismo, el compromiso de la totalidad como condición para la enfermedad. De ningún modo la energía vital en este todo “animado y viviente” sería capaz de expresarse en forma individual.

Dice Hahnemann: “La vida humana y sus dos estados, la salud y la enfermedad, no podrían ser explicados por ninguno de los principios que sirven para explicar los otros objetos. La vida no puede ser comparada a nada en el mundo, si no es a ella misma. Ninguna relación entre ella y una máquina hidráulica u otra, una operación química, una descomposición y una producción de gas, una batería galvánica. En una palabra no se parece a nada de lo que no vive. La vida humana de ninguna manera obedece a las leyes puramente físicas, que sólo tienen fuerza entre las sustancias inorgánicas. Las sustancias materiales de las cuales el organismo humano está compuesto no siguen más, en esta combinación viviente, las leyes a las cuales la materia está sometida en ele estado de no vida, y no reconocen más que las leyes propias de la vitalidad, son entonces animadas y vivientes, como el todo es animado y viviente. En el organismo reina una fuerza fundamental, inefable y todopoderosa, que anula toda tendencia de las partes constituyentes del cuerpo a conformarse a las leyes de la presión, del choque, de la fuerza de inercia, de la fermentación, de la putrefacción, etc., y que la somete únicamente a las maravillosas leyes de la vida, es decir las mantiene en el estado de sensibilidad y actividad necesaria a la conservación del todo viviente, en un estado dinámico casi espiritual.

Puesto que el estado del organismo depende únicamente de aquello de la vida que lo anima, el cambio al cual damos el nombre de enfermedad no es igualmente, de ningún modo un efecto químico, físico o mecánico, sino el resultado de modificaciones en la manera viviente en que el hombre siente y actúa, es decir un cambio dinámico, una clase de nueva existencia, cuya consecuencia debe ser traer un cambio en las propiedades de los principios constituyentes materiales del cuerpo”.

En el Organon, las referencias al estado mental y moral del paciente son indicativos de que para Hahnemann, la totalidad a curar estaba en un plano superior a la suma algebraica de los síntomas.

En el parágrafo § 210, hablando de enfermedades mentales dice: “...No obstante no constituyen una clase marcadamente separada de todas las otras, pues en las enfermedades corporales siempre se modifica el estado mental; y en todos los casos en los que se nos llame a curar debe anotarse especialmente el carácter del paciente junto con la totalidad de los síntomas, si queremos trazar una imagen exacta de la enfermedad a  fin estar en condición de tratarla homeopáticamente con éxito”.

El parágrafo  § 213 es aun más terminante: “Nunca, pues, se curará de un modo conforme a la naturaleza - es decir, de un modo homeopático - mientras que en cada caso individual de enfermedad, aun cuando sea aguda, no se atienda simultáneamente con los otros síntomas, los que se relacionan al cambio mental y moral, y no se elija para aliviar al paciente un medicamento capaz de producir por sí mismo, no solamente síntomas semejantes a los de la enfermedad; sino también un estado moral y mental semejantes (122)[2]”.

Y en el parágrafo § 253: “Entre los signos que, en todas las enfermedades, sobre todo aquellas de un carácter agudo, anuncian un ligero principio de mejoría o de agravación que no es para todos perceptible, son los más seguros e instructivos los que revelan el estado mental del paciente y su manera de comportarse...”.

Es notable la importancia que otorgaba Hahnemann, en la consideración de la evolución de la enfermedad como en la de la curación, al estado mental y al temperamento, lo que constituye una indudable muestra de lo global, vitalista de su enfoque de la enfermedad.

PASCHERO

La evolución del pensamiento de Paschero es bastante sencillo de seguir toda vez que su libro “Homeopatía”, es una recopilación de trabajos, que en la parte doctrinaria abarca desde el año 1935 hasta el año 1969, un período sumamente fértil de su vida de homeópata.

En el prefacio, el mismo Paschero, haciendo un relato de “las exigencias internas que me llevaron a abrazar la homeopatía”, recuerda las palabras de Claude Bernard: “Todos los fenómenos vivos son, sin duda, explicables mecánicamente, pero no lo es el orden que los une” “...lo que caracteriza a la materia viviente no es la naturaleza de sus propiedades, por complejas que sean, sino la sola creación de esa máquina, eso que es absolutamente del dominio de la vida y que constituye la idea directriz de la evolución vital, una idea creadora que se desarrolla y se manifiesta por la organización”.

Después de entrar en contacto con la homeopatía, Paschero viaja a E.U.A., donde recibe una formación intensa  junto a diversos homeópatas hasta llegar finalmente junto al Dr. Grimmer, quien había sido consultor y jefe de clínica de James Tyler Kent.

Reconoce Paschero además, como importantes hitos de su formación a Ghatak y a Roberts.

Creo conveniente recordar que, en su formación Paschero no entra en contacto aún con la 6ª edición del Organon.

Es conveniente, a fin de no incurrir en evitables errores, poner la fecha de cada uno de los artículos publicados, ya que nos facilitan el estudio del proceso evolutivo.

El primer trabajo, precisamente es el del año 1935, titulado Sicosis (página 202), es una transcripción comentada de L’Homeopathie Moderne, acerca de la sicosis. Citando a Hahnemann, escribe que es poco común que la sífilis y la sicosis, cuya curación se obtiene fácilmente, degeneren en enfermedades crónicas, a menos que estén complicadas con la psora.

Evidentemente, mantiene hasta este momento la independencia de los miasmas, pero comienza a sugerir una condición de imbricación de los mismos, a menos que sean de fácil curación.

En Junio de 1938, publica “Una sinopsis de la filosofía homeopática de R. Gibson Miller”, página 28 de la Edición de 1973, que no se publicó en ediciones posteriores.

Rescato dos párrafos por su valor: “Dividir el cuerpo humano en órganos de funciones autónomas y divorciadas, es un contrasentido biológico grosero, puesto que no existe el mas leve movimiento protoplasmático que no obedezca a una causa vinculada con el movimiento de la totalidad del sujeto”.

“Pero, en algunos casos, síntomas de la enfermedad crónica permanecen en forma activa durante el proceso agudo, lo que imprime a éstos el carácter de peculiares y constituyen muy frecuentemente verdaderos guías para la curación del cuadro agudo”.

Se destaca nuevamente la referencia al vitalismo, y comienza a hacer hincapié en la historia de los síntomas, su persistencia.

En Enfermedades Crónicas (página 183), del año 1939, establece por fin un concepto que ya no abandonaría hasta su muerte, la Psora como causa fundamental de enfermedad: “A este estado de perturbación inherente del organismo, que constituye la fuente causal de todas las enfermedades adquiridas, es a lo que Hahnemann llamó psora”.

Y continúa: “Ya bajo el efecto psórico, es decir, sujeto a la perturbación ocasionada por el pensamiento antinatural, el individuo que piensa mal es impulsado a actuar mal, y esto trae, como consecuencia, la adquisición de la blenorragia y la sífilis, productos de la cohabitación inmoral”. Con Kent, la enfermedad es producto del mal pensar que lleva al mal actuar.

En  Homeopatía es individualización (página 47), del año 1943, sigue delineando perfiles cada vez de mayor altura en la comprensión del enfermo. “Ante todo es necesario aclarar que, si bien el cuadro sintomático debe ser integrado con todos aquellos síntomas que expresen una participación integral del enfermo, el homeópata debe percibir el valor cualitativo de cada uno y ubicarlo en el orden que le corresponda”. Añade de este modo un nuevo rasgo al síntoma, ya no basta con que integre una totalidad sino que ésta debe tener un valor característico. “El registro minucioso de la totalidad de los síntomas que un enfermo presenta es ineludible. Pero lo que debe constituir el único y verdadero fundamento de la prescripción es la percepción, mediante una labor deductiva o de síntesis, de ese núcleo patognomónico peculiar al individuo paciente, descartando los síntomas comunes a la enfermedad que padece”.

Comienza a ser necesaria la aplicación de una modificación al modelo teórico, comienza a surgir, como necesidad, el síndrome mínimo de valor máximo.

“La  primera pregunta que debe surgir en la mente del médico frente a un caso es: ¿Qué hay de característico, de singular, de personal en este cuadro? ¿Cuáles son los síntomas que netamente definen a este paciente y reflejan la esencialidad de su alteración dinámica?”.

“Percibió que este estado mórbido latente obedecía, teleológicamente, a dos tendencias fundamentales, que llamó miasmas: la tendencia a la destrucción de los tejidos, la sífilis, y la tendencia a la superproducción o proliferación celular, la sicosis.

Pero estas dos actitudes mórbidas sólo podían eclosionar, si el organismo se hallaba susceptible a la acción patógena; y a esta susceptibilidad básica, fundamental, miasmática, también por ser una perturbación dinámica la llamó psora. Estas tres especies morbosas fundamentan todas las manifestaciones patológicas del ser humano, pero la psora constituye el principio de toda enfermedad”, escribía en El Organon de la Homeopatía (página 12), en el año ‘53.

Sífilis y sicosis dejan de ser, definitivamente, entidades independientes en el pensamiento de Paschero, para encontrarse subrogadas a la psora. Sin ésta no pueden existir las otras dos. Este pensamiento, sin la fuerza que cobra con Paschero, ya había sido formulado por Kent.

En el artículo El enfermo crónico (página 159) del año 1955, vuelve a citar a Hipócrates, manteniéndose muy ligado al vitalismo, “La evolución de las ideas médicas está orientando la clínica moderna hacia una visión unitaria del enfermo como totalidad psicosomática, restaurándole al paciente la dignidad  humana que, como persona, le había conferido la tan mencionada como incomprendida medicina hipocrática”.

“Totalidad no es un conjunto aditivo de partes, sino un organismo vivo, que se expresa por la dinámica psíquica. Por similitud con los cuadros presentados por los enfermos, la homeopatía aplica el remedio que presenta la totalidad característica de un individuo como sujeto de su enfermedad”.

Comienza Paschero a hacer hincapié en que el individuo debía dejar de ser objeto para convertirse en sujeto de su enfermedad como de su curación.

“La curación de la enfermedad constitucional”, del mismo año (página 173), retoma la idea del miasma como substratum del desorden vital.

Y en “La Psora, idiosincrasia fundamental de la patología” (página 193), también del año ‘55, utiliza para definir a los miasmas un término que hemos tomado este año en la Cátedra de Doctrina, por considerarlo enormemente explícito, dice que los miasmas no son enfermedades, sino el fundamento dinámico de las enfermedades.

En el año 1956, como dice Goldberger describe a la psora como un estado diatésico de susceptibilidad alérgica en “La constitución mórbida” (página 50). Y finaliza “En realidad la diátesis o discracia fundamental y única es la psora, que no es una enfermedad sino una actividad reactiva anormal con que el organismo responde a la agresión suscitante de cualquier índole”.

Del año ‘57 son “Lo que en el enfermo hay que curar” (página 237): “Personalmente he fracasado en la prescripción homeopática, cuando no he podido o no he sabido penetrar en ese mundo íntimo del humor, la afectividad, la voluntad profunda del enfermo, que implica la disposición constitucional para relacionarse con las cosas y seres que lo rodean”; “Los síntomas mentales y el sentido de totalidad en homeopatía” (página 129), insiste sobre la visión total, incluyendo lo biográfico, a fin de captar la actitud vital del enfermo para encontrar el simillimum real, a fin de cumplir con el desideratum de la homeopatía, que es que se cumpla la ley de curación.

En 1958 escribía “Qué es lo que se debe curar en cada enfermo” (página 223) y se contestaba “...no es la enfermedad actual, sino su propia situación interna, profunda, personal que lo ha condicionado para la manifestación patológica actual”. En otras palabras aquello que ha posibilitado la aparición de esta enfermedad hoy.

“Curación y falsa curación”(página 231) del año’67: “El enfermo debe ser curado en su íntima idiosincracia o perturbación vital, factor determinante de un comportamiento biológico y psíquico peculiar”.

Y continúa en adelante hasta su fallecimiento en el año ‘86, profundizando siempre en el sentido de la trascendencia, del conocimiento empático del enfermo, como único camino seguro para el logro del cumplimiento de la ley de curación, como camino para alcanzar los altos fines de nuestra existencia.

 

CONCLUSIONES

Como sugería al comienzo de este trabajo, estamos formulando teorías, que podremos mantenerlas mientras sean capaces de predecir los hechos, cuando no lo logren deberemos buscar un nuevo marco teórico que contemple también el fenómeno no contemplado.

Hay, tanto en Hahnemann como en Paschero, un permanente aferrarse a los postulados de Hipócrates, lo que habla no solo del adherir a la corriente vitalista de la medicina sino también a un pensamiento ético importantísimo.

El haber encontrado en el vitalismo su mejor expresión hace que algunas formulaciones que hacían, dan la sensación que más que por estar convencidos de ellas era por no encontrar una explicación teórica mas valedera, al menos en el caso de Hahnemann, en quien se hace imposible sospechar que teniendo una concepción de totalidad como la que hemos planteado, a mitad del siglo XIX, pensara que los miasmas eran enfermedades contagiosas frente a las cuales la fuerza vital se comportaba de un modo pasivo.

O que, luego de haber introducido, ya no síntomas mentales, sino el temperamento y sus sutiles modificaciones, junto al concepto de la idiosincrasia que introduce en el § 117, creyera firmemente que la acción primaria de los medicamentos haría que aparezcan síntomas en cualquier experimentador, debiéndose solo a una cuestión de dosis el hecho de que en algunos casos no ocurriera así.

Con referencia a Paschero, quisiera resumir un poco los conceptos que creo son los más importantes, con respecto al tema que nos ocupa.

Paschero le da forma a la concepción de la Psora como miasma fundamental, ya insinuada por Hahnemann y planteada por Kent.

La denomina diatesis fundamental, y la homologa a la angustia existencial. En algunos trabajos de sus últimos años habla de la psora inespecífica, en un intento, pareciera, de volver al discurso de Hahnemann de tres miasmas separados. Entonces habla de la psora inespecífica como substrato de los miasmas sifilítico, sicósico y psórico que serían su desarrollo.

Plantea la jerarquización sintomática, de acuerdo a una totalidad característica. E introduce el concepto de Síndrome Mínimo de Valor Máximo, como la expresión mas acabada del desorden miasmático.

Considera como estrictamente necesario, para el proceso de curación, la puesta en actividad de la Vis Medicatrix Naturae hipocrática, por lo que insiste en que debe exaltarse en el paciente la voluntad de curación.

Utiliza, como parámetro necesario, la observación del cumplimiento de la ley de curación a fin de estar seguros de la evolución de una terapéutica.

Y por último, como corolario, después de haber cerrado un círculo con Hipócrates, lo cierra ahora con Hahnemann, pretendiendo, que para que se cumpla el § 9, comprendamos que “Curar es ayudar a un semejante a que tenga una integración armónica de su personalidad, una unidad de propósito y de acción, de pensamiento y voluntad, que lo lleve a su maduración psicológica, al desarrollo de su potencialidad espiritual para la libertad y la trascendencia”.

 

 Eduardo H. Bitis

Octubre, 1995

 

[1]Stephen W. Hawking ocupa la cátedra Lucasian de matemáticas de la Universidad de Cambridge, un puesto que fue ocupado en otro tiempo por Newton y después por Dirac, dos célebres exploradores de lo muy grande y lo muy pequeño., escribía Carl Sagan en la Introducción del mencionado libro.

[2]Así el acónito rara vez o nunca produce una curación rápida y permanente cuando el humor del enfermo es quieto, apacible e igual, ni la nux vómica cuando el carácter es suave y flemático, ni la pulsatilla cuando es feliz, alegre y obstinado, o ignatia cuando es imperturbable y poco dispuesto a sufrir por sustos o penas.